Mar Cucurella

En mis recuerdos de infancia está la emoción de ir al estudio donde mis padres tenían su taller de joyería. Serrando, golpeando con el martillo e intentando soldar sin hacerme daño: así es como crecí, corriendo de un rincón a otro y jugando a ser joyera. Fue muchos años más tarde y, después de haberme dedicado a otra profesión, que la joyería apareció de nuevo en mi vida para quedarse. Colaborar con los nuevos diseños como siempre ya no era suficiente, así que tomé el relevo del taller familiar. Era el año 2009. Desde entonces he tenido la suerte de aprender con mi padre, maestro artesano, y también de manera autodidacta con ensayo y error. Cada día es una nueva oportunidad para crear, con un sinfín de posibilidades por delante.

En nuestro taller, pequeño y familiar, realizamos todo el proceso para crear una joya: desde la parte creativa trazando bocetos y experimentando con material y texturas, a los primeros prototipos que evolucionan hasta llegar a la pieza final. Queremos que la persona que se pone una joya la sienta, la disfrute y se empodere. Creemos en el poder del oficio, aquel que se nos otorga en el momento que hacemos una joya.

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